El Mundo de Guermantes by Marcel Proust

El Mundo de Guermantes by Marcel Proust

Author:Marcel Proust
Language: eng
Format: mobi
Published: 2010-11-27T03:00:00+00:00


– Pero, caballero, ¿es que tendría que hacer yo una cura por el estilo? -dijo con espanto mi abuela.

– Es inútil, señora. Las manifestaciones que acusa usted cederán ante mi palabra. Y además, tiene usted a su lado alguien poderosísimo a quien desde ahora constituyo en su médico. Es su mismo mal, su sobreactividad nerviosa. Aunque supiese el modo de curarla a usted de ella, me guardaría muy bien de hacerlo. Me basta con darle órdenes. Veo encima de su mesa una obra de Bergotte. En cuanto estuviese usted curada de su nerviosidad, dejaría de gustarle. Ahora bien, ¿podría sentirme yo con derecho a cambiar los goces que ese libro depara por una integridad nerviosa que sería harto incapaz de dárselos? Pero es que hasta esos goces, son un poderoso remedio, el más poderoso de todos, acaso. No, no hago reproches a su energía nerviosa. Le pido únicamente que me escuche; la confío a usted a ella. Que dé marcha atrás. La fuerza que empleaba en impedirle a usted que se pasease, que tomase suficiente alimento, que la emplee en hacerla comer, en hacerla leer, en hacerla salir, en distraerla en todas formas. No me diga usted que está cansada. La fatiga es la realización orgánica, de una idea preconcebida. Empiece usted por no pensar en ella. Y si alguna vez siente una pequeña indisposición, cosa que puede ocurrirle a todo el mundo, será como si no la tuviese, porque habrá hecho de usted, según una profunda frase del señor de Talleyrand, una persona sana imaginaria. Ya ve usted, ya ha empezado a curarla, me escucha usted derecha, sin haberse apoyado ni una vez en nada, con la mirada viva, buen semblante, y así lleva ya su buena media hora por el reloj, y no se ha dado cuenta usted de ello. Señora, he tenido mucho busto en saludarla.

Cuando, después de haber acompañado al doctor Du Boulbon, volví al cuarto donde estaba sola mi madre, la pena que me oprimía desde hacía varias semanas alzó el vuelo; sentí que mi madre iba a dejar estallar su alegría y que iba a ver la mía; experimenté esa impasilibidad de soportar la espera del instante próximo en que una persona va a sentirse conmovida cerca de nosotros; impasibilidad que, en otro orden, viene a ser como el miedo que se siente cuando sabe uno que va a entrar alguien a asustarnos por una puerta que todavía está cerrada. Quise decirle algo a mamá, pero mi voz se quebró, y deshaciéndome en lágrimas me estuve largo rato, con la cabeza sobre su hombro, llorando, saboreando, aceptando, acariciando el dolor, ahora que sabía que había salido de mi vida, del mismo modo que gustamos de, exaltarnos con virtuosos proyectos que las circunstancias no nos permiten llevar a ejecución. Francisca me exasperó al no tornar parte en nuestra alegría. Estaba agitadísima porque había estallado una escena terrible entre el lacayo y el portero chismoso. Había habido necesidad de que la duquesa, con su bondad, interviniese, restableciese una apariencia de paz y perdonase al lacayo.



Download



Copyright Disclaimer:
This site does not store any files on its server. We only index and link to content provided by other sites. Please contact the content providers to delete copyright contents if any and email us, we'll remove relevant links or contents immediately.